jueves, 16 de junio de 2011

Termas de Cacheuta, la fidelidad de una raza.......

Regresé de Mendoza maravillada por el encanto y el paisaje de Cacheuta, todavía al cerrar los ojos siento la tibieza del agua en mi piel y me invaden las imágenes de la montaña rodeándome para abrigarme y protegerme del resto del mundo. Un lugar dónde encontrar el calor de la Pacha Mama y regresar a la vida placentera intrauterina, donde el Nirvana es nuestra casa.
Busqué y rebusqué alguna leyenda sobre ese rincón del mundo y por supuesto, la encontré. Hoy quiero compartirla para disfrutar el placer de conocer un poco mas sobre la riqueza de nuestros pueblos originarios.





Un chasqui llegó, a las tierras de cacheuta, el poderoso cacique cuyos dominios comprendían el valle de Mendoza y los alrededores. Ante el gran curaca, el emisario refirió los acontecimientos ocurridos: la pérdida de la libertad de Atahualpa, el gran señor inca, descendiente del lnti, que, hecho prisionero esperaba ansioso el día de su liberación. Explicó al asombrado cacique la razón de su envío: llegaba a pedir su colaboración en el rescate del soberano prisionero. La fidelidad de Cacheuta no escatimó esfuerzos para cumplir con el mayor caudal a la salvación del señor de todos los quechuas. Convocó a sus vasallos, les exigió su cooperación y muy poco tiempo después un hato de llamas cargadas con petacas de cuero repletas de objetos de oro y plata estaban listas para emprender el viaje hacia el norte. El mismo cacique, al frente de un grupo de fieles vasallos, entre los que se contaban altos jefes guerreros, seria el encargado de comunicarlas. Partió la expedición. Las llamas, con sus pasitos menudos, acompañados del movimiento del cuello y la cabeza, marchaban llevando en el lomo la valiosa carga que iba a servir para dar libertad al soberano de los quechuas. Llegaron a las primeras estribaciones del macizo andino. Se internaron por los angostos vericuetos de la montaña y marcharon sin descanso en su afán de llegar cuanto antes a destino. Cerca de un recodo de la montaña distinguieron, a lo lejos, un grupo de gente armada que de inmediato reconocieron como enemigos. Previendo una traición, los indígenas se pusieron en guardia, y como primera medida decidieron esconder la valiosa carga en el más seguro lugar de la montaña. Grandes conocedores del terreno, nada les fue más fácil y muy pronto su tarea quedó terminada. Los adversarios, al notar que habían hecho un alto en el camino y les era imposible detenerlos al pasar donde se hallaban apostados, decidieron salirles al encuentro. Llegaron cuando Cacheuta y sus vasallos se aprestaban a hacer frente al ataque. El choque fue sangriento. Silbaban las flechas indígenas, haciendo víctima en uno y otro bando. La lucha fue desigual, pero encarnizada. Los indígenas, que supieron defenderse con valor, finalmente cayeron vencidos. Los contrarios, ya dueños de la situación, se lanzaron en busca de su objetivo, para lo cual trataron de arrancar su secreto a la montaña. Al llegar el lugar donde fue depositado el tesoro y cuando ya se creían dueños de él, chorros de agua hirviendo surgieron de entre las piedras, envolviéndolos. Hallaron la muerte allí donde fueron a buscar riquezas. Fue, según la leyenda, el espíritu de Cacheuta quien hizo brotar el agua que terminó con los que no le permitieron llegar a destino y cumplir la misión que como súbditos fieles se habían impuesto. Desde entonces esas aguas, originada en un sólo principio de solidaridad humana, llevan en si toda la bondad propia de tan alto propósito y se brindan a los que acuden a ellas en busca de alivio para sus males.
Para los lugareños, esas aguas son el símbolo de la solidaridad humana, llevan en sí la nobleza de su origen: la hermandad de los pueblos por su libertad. Desde entonces, se brindan generosas a los que acuden buscando alivio para sus males.

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