miércoles, 29 de abril de 2009

Más sobre el Castillo Mandl y su nexo con el poder político...


La fabricación de armas y municiones de guerra, auspiciada por los militares argentinos en los años 30, estalló en la cara de Juan Domingo Perón cuando se supo que el encargado de levantar la industria bélica era un comerciante austríaco con una turbia historia a sus espaldas
Uno de los recién llegados, el austríaco Fritz Mandl, reunía las condiciones para sentirse atraído: podía financiar parte del proyecto, sus fábricas de Europa seguramente iban a ser destruidas o confiscadas en una nueva guerra, disponía de técnicos especializados que quedarían sin trabajo y como traficante acreditaba una sólida experiencia, ya que le había vendido municiones y fusiles a los dos bandos en la reciente guerra civil de España, y a paraguayos y bolivianos en la guerra del Chaco.

Sin embargo, a Mandl se le habían adelantado financistas más poderosos, dispuestos a participar en la fabricación de municiones (la especialidad de Mandl) y también en la fundición de acero. El grupo reunía a banqueros norteamericanos e ingleses, a los ferrocarriles británicos y al grupo Bemberg.

Mandl había puesto los ojos sobre la Argentina a finales de los años 20, cuando vendió herramientas de precisión para una compañía que construía cajas fuertes. Mandl vislumbró un gran mercado en América Latina para sus productos de guerra, que hasta entonces fueron consumidos en cantidades pequeñas por varios ejércitos aunque los vientos de guerra ya agitaban ansiosamente al mercado. En 1937 Mandl viajó por primera vez a Buenos Aires interesado en los proyectos de fábricas militares de Río Tercero y de Villa María.

Aunque en ese momento no logró hacer pie en el programa industrial de los militares argentinos, Mandl realizó importantes inversiones en tierras y ganado, en la industria textil y en el sector financiero. En 1940 estaba en Buenos Aires establecido en forma permanente, por lo menos hasta la finalización de la guerra en Europa. Había adquirido una vivienda lujosa y grandes oficinas; viajaba con pasaporte del Paraguay y se relacionó con algunos de los empresarios más destacados. Con asesoramiento de un técnico, Mandl confeccionó un Informe sobre las posibilidades de la industria del hierro y del acero en la Argentina que iba a ser utilizado para abrir la bolsa del crédito internacional. Pero el informe precipitó la desgracia sobre Mandl, cuando enemistado con el experto alemán que lo redactó, fue empleado por éste para denunciar en los Estados Unidos que el régimen nazi estaba detrás del proyecto
La turbulenta historia de Mandl con los nazis fue reconstruida por las agencias de inteligencia de Estados Unidos que se ocuparon también de determinar la cercanía de Mandl con los argentinos. En 1943, poco antes del golpe militar del 4 de Junio, Mandl mantuvo una ronda de conversaciones con el general Savio. Según documentos de Estados Unidos y Gran Bretaña, Mandl asistió a las reuniones con Savio acompañado por un técnico que, puntualmente, informaba después a un espía británico.

"Había un punto en el que ingleses y norteamericanos podían estar de acuerdo —escribió Newton—, y es que una industria argentina autónoma de armas era una amenaza".
audaz Mandl respondió positivamente a cada inquietud del general Savio. La inteligencia británica registró la oferta de Mandl de construir, para entrenamiento, un centenar de aviones de madera con motores norteamericanos, la importación de mineral de hierro desde la neutral Suecia y la puesta en marcha de una fundición de bronce de la alemana Siemens.

En mayo de 1944, cuando la hostilidad de Estados Unidos hacia la Argentina ya había tomado la forma de bloqueo, el gobierno militar contrató a Mandl para que produjera inmediatamente pertrechos bélicos hasta 14 millones de dólares. Mandl los había convencido de que no debían preocuparse por el bloqueo ya que la Argentina sería autosuficiente en unos años más. En una fábrica rápidamente acondicionada, había entrado en producción una línea de municiones ordinarias para entrenamiento del ejército.

Pero la tormenta se aproximaba, inexorable. Un diplomático de Estados Unidos elaboró un informe, concluyendo que "cualquier ayuda a Mandl significa la destrucción de la paz en América latina". Y en Londres otro documento oficial subrayó que "el rearme de la aviación civil argentina fortalecerá a los alemanes y ayudará a una Alemania derrotada".
La presencia de Mandl resultó funcional a la estrategia de Washington. Fue cuando el ascenso irresistible de Perón encontró al embajador Spruille Braden necesitado de buenos argumentos para oponerse a su llegada al poder. Papeles diplomáticos de la época registran párrafos estremecedores: "Mandl ambiciona un reino de municiones en la Argentina y su inclinación al tráfico de armas constituye una amenaza para la paz y el bienestar sudamericano".

Pero a pesar de los esfuerzos por demostrar que Mandl estaba invirtiendo fondos nazis en la Argentina y que esta corriente de dinero "es una influencia siniestra y peligrosa para la paz de Argentina y las repúblicas vecinas", como destacaba otro informe, resultó imposible ofrecer pruebas concretas. Las empresas de Mandl fueron incluidas en la "lista negra" de compañías relacionadas con los nazis y el encargado de negocios británico aconsejó a Perón que se desvinculara públicamente del incómodo comerciante austríaco.

Una confirmación de que no existían elementos sólidos para juzgarlo fue que en 1946, cuando el Departamento de Estado norteamericano hizo públicos sus cargos contra Perón —en vísperas de las elecciones que lo consagrarían presidente—, el nombre de Fritz Mandl no apareció entre los financistas presuntamente asociados con Berlín. Fue la oportunidad más consistente para castigarlo. Pero el embajador Braden titubeó. "El propio Perón —escribió Braden en sus Memorias— insinuó que Mandl sería liberado o nos lo entregarían a nosotros si yo lo pedía (pero) le dije que aunque lo considerábamos un agente enemigo, no teníamos ningún interés particular en su persona".

La residencia de Mandl en la Argentina fue continuada hasta apenas tres meses antes de su fallecimiento, en 1977. Conociendo la inminencia de su muerte y con el propósito de favorecer con su herencia a determinados parientes —Mandl se había casado cuatro veces—, regresó a Viena, donde se abrió su juicio sucesorio cuya validez fue rechazada por la justicia argentina. Para nuestros tribunales Mandl había viajado a Austria cuando ya sabía que estaba gravemente enfermo, allí renegó de la nacionalidad argentina que había obtenido cuarenta años antes y recuperó la de Austria, "todo porque pretendió mediante el cambio de nacionalidad y de domicilio, colocarse bajo un régimen jurídico sucesorio más ventajoso para determinadas personas en perjuicio de otras", afirmó la Corte Suprema.

La sucesión está rodeada de misterios, que sus herederos prefieren mantener en secreto. Uno de esos misterios es el Castillo Blanco, en las sierras de Córdoba y cerca de La Cumbre.

El Castillo Blanco está rodeado por un sistema electrónico de seguridad, en medio de 17 hectáreas de terreno y cuenta con 800 metros cuadrados de construcción, divididos en 18 habitaciones con baños en suite. En 1990 se produjo allí un robo de obras de arte colonial religioso que formaban parte de la herencia de Mandl aún en litigio. Eran 42 pinturas provenientes de los talleres jesuíticos de los siglos XVI y XVII. El diario La Voz del Interior recogió en aquella ocasión la opinión de Gloria Odette María Mandl, como heredera del Castillo, para quien los ladrones "actuaron por encargo", puesto que los expertos consideran la colección como "única" en su género. Poco después el Castillo fue ocupado por el entonces recién designado director del SIDE Hugo Anzorreguy, según una investigación de La Voz del Interior, "para resguardar los bienes de los ladrones".

El mismo diario de Córdoba hizo notar en enero último que recién once años después del robo de las obras religiosas otro de los herederos, Alexander Mandl, quien reside en España, encomendó este año al penalista cordobés Carlos Hairabedian la investigación del caso.

La leyenda que acompañó en vida al traficante de armas Fritz Mandl no abandona ahora a su castillo de La Cumbre. Entre los visitantes de la década pasada, según el relevamiento de La Voz del Interior, figuran Carlos Corach, Alberto Kohan y Ramón Hernández, Mauricio Macri y Germán Kammerath, Eduardo Moliné O''Connor y, en más de una ocasión, el expresidente Carlos Menem.

2 comentarios:

  1. Maga celta, el texto que publicás tiene autor, y es Rogelio García Lupo.

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  2. Hola Carlos:lo que publiqué es una recopilación de varias publicaciones de Córdoba y he agregado comentarios míos al conocer el lugar.

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