Las magníficas rejas de la entrada del Palacio San José ,son apenas la muestra del refinamiento europeo y colonial que se encuentran en su interior y sus jardines.
Don Justo José de Urquiza levantó en medio "de la nada", una residencia,que contaba con todo el confort que se podía tener en cualquier solar acaudalado de la Europa del siglo XIX. Una capilla familiar con mármoles de carrara, vitreaux franceses, imágenes con brocatos y terciopelos, sahumadores de bronce y plata ,y candelabros de cristal, que se lucían en las misas diarias , en las celebraciones litúrgicas, y hasta en las bodas, en la capilla del palacio se podían celebrar sacramentos mayores. Era habitual que se realizaran varios casamientos simultáneos, Don Justo José, una vez al año hacía unir en "sagrado matrimonio" a buena parte de la peonada que vivía "acoyarada y en pecado", finalizada la ceremonia les ofrecía un buen asado y aguardiente abundante en la pulpería que se encuentra a metros del templo.
Los jardines del palacio fueron diseñados por paisajistas franceses, copiando los gustos del viejo mundo, se forestó con más de cien especies exóticas y se recorre por senderos realizados en baldosas italianas. Un lago artificial ,con una embarcación para recorrelo, hacía sin duda las delicias de las niñas porteñas que visitaban a la numerosa familia. San José fue la primera residencia de América del Sur que tuvo sistema de aguas corrientes para abastecer las necesidades de la casa palciega.
El Gral. Urquiza ,famoso por su poder político y económico en su provincia y en el país, no privó a las damas de la época de su famosa virilidad y condiciones donjuanezcas, y en su Salón de los Espejos, dónde se realizaban tertulias y bailes , ha desgranado sus encantos de buen conquistador.
Recorrer San José es entrar sin duda, en la historia de nuestra Patria, todos los personajes políticos y destacados del comienzo de la Organización Nacional estuvieron allí, y eso no es fácil de olvidar. Están aún las voces y cabildeos de buena parte de nuestros próceres, que murmuran (a quien sabe oír), entre las eternamente rosadas paredes de salones y alcobas. Vivos están todavía los pájaros de las araucarias impuestas ahí ,tán lejos de su hábitat natural, permanecen las cortinas y visillos de encajes de Brucelas, las porcelanas de Sevres y Limodge , la mesa de billar traída desde Inglaterra para Don Justo José (la primera de la Argentina), y hasta está la huella de su último álito de vida, su mano ensangrentada apoyada en el marco de la puerta ,luego de ser apuñalado por la traisión de sus guardias.
El Palacio San José era infranqueable, alejado del Río Uruguay "el Río de los pájaros pintados", por tierra se tardaban interminables jornadas de polvo y calor en caminos difíciles para llegar, protegido por guardias incondicionales al General...........Sin embargo un atardecer, tras sobornar a la guardia los asesinos del General cumplieron con su cometido, arrancar la vida de ese Señor Feudal de estas tierras criollas.
En una de las torres de San José, está el reloj que marcaba los tiempos de la vida y ha quedado clavado en la hora de la muerte de su dueño. Don Justo José es aún leyenda y respeto en la vida de los entrerianos, y de alguna forma todo un personaje megalómano para el que visita ese exquisito rincón de nuestra historia.........................................
Don Justo José de Urquiza levantó en medio "de la nada", una residencia,que contaba con todo el confort que se podía tener en cualquier solar acaudalado de la Europa del siglo XIX. Una capilla familiar con mármoles de carrara, vitreaux franceses, imágenes con brocatos y terciopelos, sahumadores de bronce y plata ,y candelabros de cristal, que se lucían en las misas diarias , en las celebraciones litúrgicas, y hasta en las bodas, en la capilla del palacio se podían celebrar sacramentos mayores. Era habitual que se realizaran varios casamientos simultáneos, Don Justo José, una vez al año hacía unir en "sagrado matrimonio" a buena parte de la peonada que vivía "acoyarada y en pecado", finalizada la ceremonia les ofrecía un buen asado y aguardiente abundante en la pulpería que se encuentra a metros del templo.
Los jardines del palacio fueron diseñados por paisajistas franceses, copiando los gustos del viejo mundo, se forestó con más de cien especies exóticas y se recorre por senderos realizados en baldosas italianas. Un lago artificial ,con una embarcación para recorrelo, hacía sin duda las delicias de las niñas porteñas que visitaban a la numerosa familia. San José fue la primera residencia de América del Sur que tuvo sistema de aguas corrientes para abastecer las necesidades de la casa palciega.
El Gral. Urquiza ,famoso por su poder político y económico en su provincia y en el país, no privó a las damas de la época de su famosa virilidad y condiciones donjuanezcas, y en su Salón de los Espejos, dónde se realizaban tertulias y bailes , ha desgranado sus encantos de buen conquistador.
Recorrer San José es entrar sin duda, en la historia de nuestra Patria, todos los personajes políticos y destacados del comienzo de la Organización Nacional estuvieron allí, y eso no es fácil de olvidar. Están aún las voces y cabildeos de buena parte de nuestros próceres, que murmuran (a quien sabe oír), entre las eternamente rosadas paredes de salones y alcobas. Vivos están todavía los pájaros de las araucarias impuestas ahí ,tán lejos de su hábitat natural, permanecen las cortinas y visillos de encajes de Brucelas, las porcelanas de Sevres y Limodge , la mesa de billar traída desde Inglaterra para Don Justo José (la primera de la Argentina), y hasta está la huella de su último álito de vida, su mano ensangrentada apoyada en el marco de la puerta ,luego de ser apuñalado por la traisión de sus guardias.
El Palacio San José era infranqueable, alejado del Río Uruguay "el Río de los pájaros pintados", por tierra se tardaban interminables jornadas de polvo y calor en caminos difíciles para llegar, protegido por guardias incondicionales al General...........Sin embargo un atardecer, tras sobornar a la guardia los asesinos del General cumplieron con su cometido, arrancar la vida de ese Señor Feudal de estas tierras criollas.
En una de las torres de San José, está el reloj que marcaba los tiempos de la vida y ha quedado clavado en la hora de la muerte de su dueño. Don Justo José es aún leyenda y respeto en la vida de los entrerianos, y de alguna forma todo un personaje megalómano para el que visita ese exquisito rincón de nuestra historia.........................................