
Lo descubrí "habitable" y "habitado", con todo el confort típico de un lugar "solo para minorías", el té servido en la vajilla de la casa, las sábanas de percal con el hilado correspondiente, la cibertecnología a disposición del pasajero y el regalo de un paisaje que no muta y siempre regala a los sentidos el esplendor que nos arroba el alma, de mañana o al atardecer, en la nieve maravillosa de las sierras invernales o con el sol generoso del verano, y el cielo de un azul tan profundo como jamás podemos ver ni imaginar en la ciudad, todo perfecto.
Me quedé casi una hora, observando, disfrutando, recordando..........................................................
Cuando comencé lentamente a tomar el camino de regreso miré muchas veces para atrás y permanentemente me pregunté: ¿sabrán los que vienen hasta aquí las historias que oculta?......¿preguntará alguien quién fue su propietario ?.................¿contará alguien que todo lo que aquí se disfruta tuvo su inicio en muchos campos de concentración nazi?....................................
En ese momento me dí cuenta que parte de la que vió por primera vez esa casa principezca sigue en mí, con los mismos interrogantes y los mismos ideales.
Mndel , como hace más de veinte años representa para mí el misterio, el poder político , la impunidad, la complicidad de unos pocos y la miseria de muchos vivos y muertos. En su momento de esplendor fue refugio de ricos, poderosos e impunes, hoy sigue perteneciendo a un grupo que puede acceder a sus costos de privilegio. Sin embargo su delicioso contorno se dibuja entre el bosque y la ladera de la sierra como una dama espléndida, que mantiene el encanto de épocas pasadas......................................................