sábado, 28 de febrero de 2009

El agua mágica del regreso


Los días y las noches en la Pampa de Nazca, uno de los lugares más extraños de nuestro planeta, conjugan asombro y magnetismo.
El atardecer que llegué a ese pueblo enclavado en uno de los desiertos más secos del mundo, sentí que de alguna forma había "regresado" a mi lugar ancestral, en el que parte de mi alma reconocía como propio.
Nazca, es parte de una cultura preincaica que se remonta al siglo I de la era cristiana, construída en plena cordillera, rodeada solo de montañas, es el templo natural que los antiguos habitantes ofrecieron como altar a los dioses de la madre naturaleza. El silencio mineral, el padre sol y el quemante aliento del viento Paracas son los únicos compañeros de viaje en esa extraña ruta del pasado.
En ese agreste pero maravilloso paisaje, viví más de un mes, levantándome con el sol y saboreando cada día y cada noche como algo irrepetible que la vida me regalaba para acompañar
el resto de mi existencia y al que podía regresar a voluntad cada vez que me lo propusiera con el solo hecho de evocarlo.
Pude ver en el rostro de sus habitantes los rasgos milenarios de los hijos de la tierra que poseen sabiduría propia aunque adolescan de educación formal , recorrer la necrópolis de Chauchilla donde las almas de los cuerpos momificados se unían al cielo de Viracocha guiados por un reloj de sol, el extraño fenómeno de la refracción de la luna en ese microclima casi sin atmósfera, las enigmáticas líneas de Nazca que guardan sus mensajes eternos y ocultos al hombre blanco.
Cada paso, cada día, cada sendero me han mostrado una parte del pasado, quizás de algo de"mi" pasado, porque como dije antes los reconocía como propios, con la sensación platónica de la reminiscencia. Tán fuerte era mi identificación con ese lugar que una vieja chola , a quien yo le compraba casi todas las mañanas sus "picarones" callejeros, un día me dijo mirándome por primera vez a los ojos:"Niña, si su alma quiere quedarse aquí, solo tomando "agüita-bisambra"podrá no dejar nunca este desierto............". Sin saber bien de qué me hablaba, comencé a preguntar a todos lo que conocía qué era el "agüita-bisambra", entre sonrisas y mucha incredulidad me guiaron hasta un acueducto preincaincaico que hace siglos era utilizado para el riego y que contenía el milagro del agua en ese desierto perdido. Sin pensarlo hundí las manos y mi cara en las aguas de Bisambra, tomando lo que el cuenco de mis manos me permitió y con la certeza que no me iría nunca de allí.
No he regresado a Nazca todavía desde aquel viaje, sin embargo sé que volveré, es más regreso cada tanto en mis sueños, en mis ensoñaciones y siento que vuelvo fortificada y feliz, como si sacara de una fuente mística el álito vital............................

1 comentario: